Cuando vio la foto de Eduardo Bautista saliendo de la Audiencia Nacional el pasado domingo, tras pasar dos noches en el calabozo, lo primero que sintió, el reflejo que le transmitió esa imagen, fue la de «un boxeador noqueado que no sabía de dónde le había venido el golpe». El presidente del Consejo de Dirección de la SGAE, invulnerable hasta ese momento, había perdido su coraza de impunidad. Javier (nombre supuesto, pues prefiere mantener el anonimato) es una de las personas que ha visto el ascenso imparable de Teddy Bautista, el del cantante reconvertido en gestor, en defensor a ultranza de los derechos de los autores, en el hombre visionario que vislumbró oportunidades antes de que nadie las sospechara, y apostó por ellas.
Javier ha sido uno de los colaboradores de Bautista durante más de dos décadas. Para entonces el músico canario ya llevaba casi tres lustros vinculado a la SGAE (se incorporó en 1977 como miembro de su Junta Directiva, en 1983 se convirtió en vicepresidente y en 1995 en presidente del Consejo de Dirección, cargo que sigue ocupando en la actualidad). Recuerda que en ese primer encuentro ya le habló de sus proyectos, y le fascinaron, «me vendió la moto», y comenzó una estrecha relación de trabajo. Javier se sintió seducido por lo que representaba entonces la figura de Bautista y por su entusiasmo. Al todavía presidente del Consejo de Dirección de la SGAE le concede virtudes como la inteligencia y un discurso brillante, así como una gran capacidad de trabajo; pero también defectos que le han llevado ahora ante la justicia. Se refiere a su prepotencia, la de una persona que no ha permitido ser cuestionada y ha vivido envuelta en una total impunidad, que hace unos días quebró la Audiencia Nacional.
Un músico ambicioso
Pero la vida pública de Edudardo Bautista García (Las Palmas, 1943), hijo de diplomático y pianista, no comienza con sus inquietudes de gestor si no con las de músico. Ahí se encuentra ya el embrión de un hombre inconformista, de difícil temperamento y ambicioso. Nos remontamos a finales de la década de los 60, al año 1968, clave para la definitiva incorporación a la modernidad del pop y el rock patrios. Si en 1966, Los Bravos consiguieron situar «Black is black» en los primeros puestos de las listas de éxitos británica y estadounidense, dos años después los Canarios —en su origen una banda llamada Ídolos, surgida alrededor de Teddy Bautista— publicaban el primer volumen de «Lo mejor del Clan!».
La astracanada, debida al productor Alain Milhaud, diluyó el protagonismo de Canarios en el de Pop Tops, cuyas canciones ocupaban la cara B del disco. No obstante, el temario incluía títulos como «Get on your knees» («Ponte de rodillas»), que se convirtió en la canción del verano de aquel año —y que estos días ha recuperado actualidad en las redes sociales—, cuyo formato albergaba idénticos hallazgos a los localizados, en EE.UU., por el productor James Williams Guercio para Blood Sweet & Tears y Chicago; un explosivo preparado de rock, jazz y soul, con una abigarrada sección de metales como hecho diferencial.
Los éxitos del álbum «Free yourself» marcaron en lo sucesivo la carrera de Canarios, trasladando el epicentro de su música a todos los escenarios imaginables. De estos, precisamente, salió un nuevo disco titulado «Canarios vivos». Posteriormente, tras algunos devaneos en solitario —documentados todos en el single «En los bosques de mi mente»—, Teddy abandonó las convenciones negras del soul y decidió reconstruir los Canarios en 1974. El objetivo, grabar una adaptación al rock de la obra de Antonio Vivaldi «Las cuatro estaciones», a la que tituló «Ciclos». Culpables de tan ambiciosa iniciativa habrían sido el trío Emerson, Lake & Palmer, que un año antes habían hecho lo propio con «Cuadros para una exposición», de Mussorgski, y, sobre todo, Frank Zappa, amigo y consejero del músico.
A partir de este momento, muchas son las preguntas sin respuestas concretas en la carrera de Teddy Bautista. El detalle es debido, en gran parte, a la extraordinaria diversificación que experimentaron sus actividades. Esporádicas producciones discográficas para bandas como Cerebrum y Leño, intervenciones en montajes teatrales —«Jesucristo Superstar», «Annie»—, y encargos ocasionales para escribir música de películas y televisión.
Judas, en «Jesucristo Superstar»
El estreno de «Jesucristo Superstar» se produjo en los últimos meses de 1975, musical en el que Teddy Bautista interpretó el personaje de Judas. El director, Jaime Azpilicueta, llevaba varios años detrás de llevar a escena en España el musical de Lloyd Webber, pero no lograba pasar la censura (Franco agonizaba entonces). «No lo entendíamos, porque Nacho Artime y yo habíamos hecho los subtítulos de la película, que sí había pasado la censura —recuerda Azpilicueta—, pero no conseguíamos el permiso para estrenar la obra. Teddy Bautista era una persona muy bien relacionada, y trabajó como un negro, igual que yo, para buscar la llave que abriera esa puerta que nos permitiera estrenar. Teddy habló con mucha gente, y finalmente logramos el consentimiento».
«Cuando me planteé montar “Jesucristo Superstar” pensé enseguida en Teddy. La función tiene una dualidad de estilos muy clara y nadie en España sabía más de rock que Teddy Bautista. Era una autoridad indiscutible y un personaje absolutamente emblemático. Había significado una rotura en la música española, que había innovado enormemente. Y poseía además esa voz desgarrada, desesperada, dramática, que tan bien le iba al personaje de Judas. Para mí era el intérprete ideal para este papel, y un magnífico contrapunto con lo melódico de Camilo Sesto: la dulzura y la violencia, la divinidad y la fuerza. Le iba mucho, porque tenía aureola de inconformista, lo que era realmente Judas».
Además de interpretar al antagonista del musical, Bautista se encargó de muchas otras labores. «Hizo las orquestaciones, puso el sonido, dirigió los coros... Teddy hizo tanto como el que más. Con muy mal genio, eso sí, le temíamos todos; hasta yo, que era el director. Se enfadaba mucho, se ponía muy nervioso, porque era su temperamento. Él es tan perfeccionista que no concibe que las cosas se hagan de otra manera a cómo las piensa él; es una persona muy autoritaria, tremendamente segura de sí misma... Lo que pasa es que como era tan bueno, se lo perdonábamos. Si no, con ese carácter no le habría aguantado nadie».
»Durante todo el proceso Teddy se comportó con una enorme profesionalidad. Quince días antes del estreno su novia de entonces, una chica guapísima, murió atropellada; él lo pasó muy mal, e incluso le sugerí que no hiciera el estreno, pero él quiso estar ahí. En una representación, cuando su muerte ahorcado, falló la cuerda de seguridad y estuvimos a punto de tener un accidente muy grave; se quedó sin oxígeno, pero concluyó la representación».
El definitivo testamento musical de Bautista llegó en 1993 con la publicación de «La memoria del agua», un disco en el que —decididamente seducido por las nuevas tecnologías— Teddy se rendía a los vapores de la sedosa new ageelectrónica.
Inmersión absoluta en la SGAE
En 1995, ya era presidente del Consejo de Dirección. Entre las inquietudes de Bautista en aquella década se encontraba «la evolución de los soportes digitales, y las dificultades para el tradicional cobro de derechos de autor. Realmente —admite Javier—, Eduardo Bautista fue un visionario en el tema cibernético. Se adelantó a todos». Aunque también reconoce que en el escándalo de la sDae (Sociedad Digital de Autores y Editores), ahora en los tribunales, era clamoroso cómo «se inflamaban los precios».
Pero más allá del caso judicial abierto ahora, este antiguo colaborador de Bautista aporta algunas líneas sobre su personalidad, que tilda de «rara». «Es géminis y como sucede con este signo nunca sabes si vienen o van». Hombre de «largos silencios, era difícil hilvanar» una conversación con él, asegura.
En cuanto a sus virtudes, tal vez mal gestionadas, le señala como un hombre muy trabajador, «muchos fines de semana teníamos que reunirnos en su casa, pues tampoco tenía otros alicientes fuera de la entidad». También le considera una persona inteligente. «Bautista ha tenido la oportunidad de reunirse con los intelectuales más importantes de una época. La resaca de la movida de los 80 se trasladó a la SGAE y eso atrajo a muchos partidarios. Sedujo a mucha gente». Elogia también su locuacidad. «Posee un discurso con fundamento y hasta brillante, capaz de convencer a ministros».
En cuanto al círculo familiar de Bautista, no han trascendido mucho datos. Se casó por primera vez a punto de cumplir los cuarenta años con una casi adolescente Paloma Siles, a la que conoció en el musical «Jesucristo Superstar», donde ella formaba parte del coro. Para entonces Paloma ya estaba embarazada de la hija mayor del integrante de los Canarios, Yaiza. La relación, que se rompió a los pocos años, ya ha sido diseccionada en los platos de televisión. Su segunda esposa ha sido Rosa, con la que tiene dos hijos, Laura —que estos días se ha dado de baja de Tuenti— y Eduardo. La pareja naufragó hace dos o tres años, y al parecer en este momento Bautista no comparte su vida con nadie. «Ahora se supone que está solo y acabará solo», vaticina quien ha sido testigo de su ascenso y caída.
Entre los grandes defectos de Teddy, Javier señala la «prepotencia, la de aquel que se siente impune», que en su opinión esconde «un carácter débil, por lo que tiene la necesidad constante de demostrar su poder, de controlarlo absolutamente todo», lo que ha provocado que la gente que le rodea, tanto en la entidad como en su círculo más cercano, viva «en un clima de terror».
En cuanto a las claves que han desencadenado este escándalo económico —«no es la única trama a investigar, hay mucho más», advierte—, para él están claras: «Teddy Bautista se ha rodeado durante años de una camarilla de personajes mediocres, que no le discutan, pues la gente de nivel no le podía soportar». También cree que ha generado «proyectos gigantescos, como Arteria, cuyos problemas no ha sabido resolver. Le ha cegado la ambición y se ha llegado a creer que está por encima del bien y del mal». Una sensación que se ha acrecentado durante los últimos años en los que Bautista «levitaba, no tocaba el suelo, estaba fuera de la realidad».
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