domingo, 29 de mayo de 2011

La vida empieza

La vida empieza a tener sentido cuando ayudas a otro a ponerse de pie y a andar. Cuando respiras hinchando tus pulmones de aire, y notas que no estás solo a pesar de estar en el desierto. Cuando miras al cielo y ves las estrellas que dominan el firmamento comprendes que no estás solo, comprendes que la vida es mucho más que el simple palpitar de tu corazón.
La vida tiene sentido cuando andas y no dejas tras de ti amargura. Cuando tras de ti has dejado amigos y hermanos, cuando has dejado un grato recuerdo en todo aquel que te ha conocido, es cuando la vida tiene sentido.
Si tras de ti has dejado odio, ésas serán las raíces que darán en el futuro frutos amargos; si la planta que crece tiene raíces de amor, los frutos serán dulces y serán tu alimento en el andar de cada día.
Apoya tu mano sobre el hombro de aquellos que andan contigo, porque si te sientes débil ellos te reconfortarán y si te sientes fuerte andarás más de prisa.
No te ates a las alabanzas. El que te quiere no te alaba, te apoya sin palabras.
Sabrás quién es el que te quiere cuando te veas reflejado en él.
Busca tu gloria en la gloria de los demás, y los demás buscarán su gloria en ti.
Si hablas a los demás, que tu palabra sea limpia; pero no hables con orgullo, porque hacerlo es hablar con falsedad.
No culpes a los demás de tus propios errores. Sé tu propio juez; pero un juez justo.
Si andas por un bosque ten cuidado, porque habrá ramas bajas, te puedes golpear contra esas ramas. No es necesario que las cortes, simplemente agáchate un poco para volver a levantarte inmediatamente, la rama quedará frustrada en su intento de dañarte.
No pronuncies la palabra imposible!, porque todo es posible si vas dirigido positivamente; si vas dirigido negativamente, poco a poco te irás hundiendo; conseguirás tal vez logros parciales, inmediatos, pero te estarás hundiendo.
Si vas positivamente, quizás los logros sean más a largo plazo, pero te estarás elevando.
Sólo pasa hambre el que no sabe que tiene dos manos. Si alimentas tu cuerpo para que te sirva, debes también alimentar tu espíritu, para que también te sirva.
Un espíritu poco alimentado es un espíritu débil, sin fuerza. Un espíritu bien alimentado es un espíritu que genera energía, que contagia, que anima, que refleja el rostro del Señor con cada mirada, con cada sonrisa.
                                                                                

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